A principios de la década de los 60 irrumpe en la escena londinense una revista de arquitectura llamada Archigram . Se autoerige como principal agitadora de la arquitectura de su tiempo y se mantendrá en activo hasta 1974 poniendo como fundamento de sus planteamientos la cultura pop, la aceptación del modelo consumista, y la incorporación de toda tecnología útil a la arquitectura. Archigram estaba integrado por un grupo de arquitectos muy jóvenes (Ron Herron, Peter Cook, Warren Chalk, Dennis Crompton, Michael Webb y David Greene) y muy pocos de los proyectos que tan llamativamente aparecieron en la revista fueron realizados.
Archigram (término que enhebraba la palabra ARCHItecture y TeleGRAM) proponía una arquitectura profundamente tecnológica, realizada con nuevos materiales enteramente industriales, e indicativa de un modo de vida despreocupado y utópico. Peter Crook emitió una afirmación que puede dar idea del temperamento del grupo: “Los envases de comida congelada son más importantes que Palladio”. En efecto, en base a la creación de módulos de plástico y metal intercambiables, las estructuras inflables o colgantes de Archigram permitirían la libertad de acoplar elementos de distintos tamaños. Su diseño más consecuente (e irrealizable) fue la archiconocida Ciudad Andante (1964) de Ron Herron:
Pero, como es lógico, todo quedó en el papel. Archigram se sirvió del lenguaje del cómic y del collage para difundir sus propuestas: ciudades de horizontes quebrados y coloristas, calles con cadillacs, zepelines, y grandes anuncios de colores. El mundo de Archigram fue algo así como una enorme tienda de chucherías futurista. Se trataba, evidentemente, de uno de los innumerables golpes que la sobria arquitectura moderna (Bauhaus, Mies Van der Rohe) habría de sufrir en la segunda mitad del siglo XX para que finalmente madurara el estilo posmodernista y todas sus ramificaciones actuales.
Es por eso que el lenguaje de Archigram tiene sentido precisamente en su imposibilidad. Es una arquitectura soñada, y en tanto que promisoria de algo inherente al inconsciente común (cierta utopía consumista desprovista de sustrato crítico) tiene claros precedentes en la imaginería de la música pop, en el cómic y en el cine de ciencia-ficción.
En los sesenta, los artistas pop hacían acopio de la estética del cómic dándole un nuevo sentido, y en alguna obra concreta incluso muestran interés por las arquitecturas delirantes que tradicionalmente habían aparecido en el cómic y de las que Archigram también se alimentaba de algún modo. Puede comprobarse en obras como This Must be the place (1965) de Roy Lichtenstein
Del mismo modo que la utopía futurista de Antonio Sant Elia impregnó la arquitectura de Metrópolis (Fritz Lang, 1927), Archigram fue absorbida por el cine de ciencia-ficción de los 60 y 70. Según algunos Archigram resuena en las escenografías creadas para Stanley Kubrick, aunque yo no lo veo muy claro y prefiero hablar en este aspecto de las extrañas y divertidisímas estructuras que aparecen en Barbarella (Roger Vadim, 1968), una película cuyo génesis se encontraba precísamente en un cómic y que contaba con vestuario del modisto Paco Rabanne, antiguo estudiante de arquitectura
Y a pesar de tratarse una arquitectura ingenua en terminos medioambientales y urbanísticos, el sello de Archigram puede rastrearse en edificios como el Centro Georges Pompidou de Paris, obra de Renzo Piano.
Archigram (término que enhebraba la palabra ARCHItecture y TeleGRAM) proponía una arquitectura profundamente tecnológica, realizada con nuevos materiales enteramente industriales, e indicativa de un modo de vida despreocupado y utópico. Peter Crook emitió una afirmación que puede dar idea del temperamento del grupo: “Los envases de comida congelada son más importantes que Palladio”. En efecto, en base a la creación de módulos de plástico y metal intercambiables, las estructuras inflables o colgantes de Archigram permitirían la libertad de acoplar elementos de distintos tamaños. Su diseño más consecuente (e irrealizable) fue la archiconocida Ciudad Andante (1964) de Ron Herron:
Pero, como es lógico, todo quedó en el papel. Archigram se sirvió del lenguaje del cómic y del collage para difundir sus propuestas: ciudades de horizontes quebrados y coloristas, calles con cadillacs, zepelines, y grandes anuncios de colores. El mundo de Archigram fue algo así como una enorme tienda de chucherías futurista. Se trataba, evidentemente, de uno de los innumerables golpes que la sobria arquitectura moderna (Bauhaus, Mies Van der Rohe) habría de sufrir en la segunda mitad del siglo XX para que finalmente madurara el estilo posmodernista y todas sus ramificaciones actuales.
Es por eso que el lenguaje de Archigram tiene sentido precisamente en su imposibilidad. Es una arquitectura soñada, y en tanto que promisoria de algo inherente al inconsciente común (cierta utopía consumista desprovista de sustrato crítico) tiene claros precedentes en la imaginería de la música pop, en el cómic y en el cine de ciencia-ficción.
En los sesenta, los artistas pop hacían acopio de la estética del cómic dándole un nuevo sentido, y en alguna obra concreta incluso muestran interés por las arquitecturas delirantes que tradicionalmente habían aparecido en el cómic y de las que Archigram también se alimentaba de algún modo. Puede comprobarse en obras como This Must be the place (1965) de Roy Lichtenstein
Del mismo modo que la utopía futurista de Antonio Sant Elia impregnó la arquitectura de Metrópolis (Fritz Lang, 1927), Archigram fue absorbida por el cine de ciencia-ficción de los 60 y 70. Según algunos Archigram resuena en las escenografías creadas para Stanley Kubrick, aunque yo no lo veo muy claro y prefiero hablar en este aspecto de las extrañas y divertidisímas estructuras que aparecen en Barbarella (Roger Vadim, 1968), una película cuyo génesis se encontraba precísamente en un cómic y que contaba con vestuario del modisto Paco Rabanne, antiguo estudiante de arquitectura
Y a pesar de tratarse una arquitectura ingenua en terminos medioambientales y urbanísticos, el sello de Archigram puede rastrearse en edificios como el Centro Georges Pompidou de Paris, obra de Renzo Piano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario